viernes, 10 de octubre de 2008

Fecha 2


Belizard


Cuando Nellens salió de Garrat, se fue hacia el norte, una tormenta de nieve muy fuerte lo sorpendió en el camino. La nieve le llegaba hasta la rodilla, vio montañas a la distancia, lo separaban de ellas aproximadamente cinco kilómetros. Tuvo la extraña sensación de que una de esas montañas se movía, parecía una torre en movimiento. Cuando llegó a ese lugar varias horas después vio la tierra podrida por donde había pasado.
Se durmió, al despertar vio unas patas con pezuñas que pasaban a su lado, que no se hundían en la nieve. Se incorporó para seguirlas y vio una caravana, era gente común que iban montados en renos. Se bajó la capucha e intentó alcanzarlos. Una carreta se frenó, el conductor le señaló atrás, indicándole que subiera. La caravana iba hacia las montañas, ese fue el momento en que vio al monstruo más de cerca, la tierra por donde había pasado estaba muerta y se estaba por introducir en el mar.
-Disculpe ¿qué es eso?- le preguntó al conductor de la carreta.
-Eso, eso es una maldición, es el castillo de un señor de la muerte.
Nellens había escuchado que ellos eran los guardinales corrompidos en la Guerra del Caos. Ese era “Máscara de los Inviernos”
-¿Para qué lado van?
-Queríamos cruzar las montañas, hacia Morwell.
-Si me puede llevar hasta allá ayudaré en lo que pueda.
-¿De dónde viene?
-De Belizard.
-¿Y eso dónde queda?
-Bien al sur- Y Nellens no mencionó que quedaba a dos años y medio de viaje rumbo a esa dirección- Es muchos días al sur.
-Si quiere acomódese ahí y descansa.
-Luego si quiere lo relevaré.
-Gracias, pero no hace falta.
Todo estaba cubierto de nieve, debajo la tierra estaba consumida. Alrededor se levantaban las ruinas de lo que había sido alguna vez un pueblo, las piedras de lo que habían sido casas estaban negras, carbonizadas.
-Tan bonito que es el mundo y estos que lo están destrozando.
-Nosotros somos simples humanos, no tenemos a nadie que nos defienda. A los elfos los defienden los Elandrin. A nosotros nadie.
Llegaron a un pueblo que aún continuaba en pie. Tenía altas empalizadas, y estaba protegido por una muralla de piedra. Las torres eran sencillas. No habitaba mucha gente allí, como mucho serían unas ochenta personas. A ellos los estaba dirigiendo una caravana de renos, el líder desmontó y llegó hasta ellos. Tenía unos sesenta años de edad, en su rostro se reflejaba la sombra de muchas batallas, su cabello era blanco y contrastaba con sus ojos muy azules.
Él les dijo que las cosas no andaban bien, que aún así el se estaba por retirar “al descanso”. Ellos sabían que esto significaba dirigirse hacia el norte, hacia los hielos, y no regresar jamás.
-Ese viejo es “Toro del Norte”. Es uno de los pocos humanos que conoce a la Madre Oso.- le informó.
-¿Ustedes van a parar aquí?- le preguntó Nellens.
-Venimos a vivir acá, porque no nos queda otra opción.
Nellens lo ayudó a desmontar. Entre un montón de pieles a no muchos pasos de donde se encontraban, distinguió dos ojitos. Cuando se levantó, vio que el montón de pieles era el vestido de una señora mayor, que agarró su bastón, y se marchó de allí.
En ese momento Alexia y Null entraban al pueblo. Todo el mundo dirigió la mirada hacia ellos, sus ropas eran demasiado elegantes para un pueblo que no conservaba más que las mínimas esperanzas.
-Siempre haciendo la misma entrada vos…- le reprochó Nulls.
-Pero si vos estás vestido igual que yo- le dijo ella.
Enseguida repararon en Nellens. Tenía el pelo color gris, los ojos negros (no solo las pupilas sino en su totalidad), estaba vestido con una piel muy abrigada. Y por sus ojos se dieron cuenta de que era un dragón.
Nellens se dirigió hacia el lugar donde había entrado la mujer. Cuando entró vio que delante de ella tenía una caja, llena de arena, donde estaba jugando con cinco vértebras de algún animal muy pequeño.
-Bienvenido hijo del vacío- lo saludó.
-Muchas gracias.
-Espero que el resto esté por venir.
-Perdón ¿cómo sabe…?
Ella le sañaló sus ojos.
Luna y Lareth no tardaron también en ingresar al pueblo. Ellos ya habían estado allí, después de todo Luna había ayudado a liberar a “Toro del Norte” de la maldición que lo tenía prisionero. Alexia se acercó a Luna y le llamó la atención.
-Nosotros vamos a ir a hablar con el dragón.
-¿Qué? ¿Dragón?
-El señor… el de los ojos negros.
Entonces mientras Alexia y Nulls se dirigían hacia donde habían visto entrar a Nellens, Luna iba a hablar con Jurgen (tal el nombre de “Toro del Norte”).
Cuando entró a la tienda había otro hombre a su lado, bastante más joven, todos se pararon al entrar ella. Cuando Jugen agachó la cabeza todos hicieron lo mismo. Ella le informó que el ataque a Hendial había sido breve, pero que le preocupaba el castillo.
-El Jurgenot.
-Hemos venido con un tiefling, un hombre lobo, dos celestiales, una cadormen, ah! Y nos dijeron que hay un dragón en tu pueblo.
Él se sorprende.
-Iremos a ver a Barraí para ver que hacemos con el castillo- y luego agregó- Deberían buscar un lugar para asentarse. Necesitan un lugar donde vivir.
-El mundo es así…
-No, antes teníamos una ciudad.
-Y un sueño. Pero hay que luchar. Por lo menos tenemos la surte de tenerlos a todos ustedes. Hay otras tribus que vienen hacia aquí. Sea como sea, no vamos a poder detener al Jurgenot.
-Tienen que ir hacia otro lado.
-Sí, al sur, a Arven pero no sé como nos recibirán. O a Rittardast, la tierra de los caballos.
Cuando salen se lo encuentran a Krossel que les dice:
-Se metieron en la choza aquella- les señala.
-Esa es la choza de mi ex mujer, ella está un poquito… Bueno, dice que puede ver el futuro.
Null aplaude antes de entrar. Nellens es el que abre la puerta y los deja pasar. Ellos ven a la mujer que seguía jugando con las vértebras en su caja de arena. Todos se presentan y luego de un breve diálogo con Nellens la mujer dice:
-Llegará el momento en que todos tendremos que luchar contra los Aasimar.
-¿Por qué dice eso?- le pregunta Alexia.
Ella levanta un hueso que es dorado, pero se transforma en rojo al instante.
-Pregúntenle a la Madre Oso.
-¿Qué hace un dragón acá?- le pregunta Null.
-Sentía que debía venir para aquí.
En ese momento entra Jurgen junto a Luna. La señora se tira para atrás instintivamente cuando ella entra a la choza.
-¿Qué querés?- le pregunta a su ex esposo.
-Vengo con invitados, comportate.
Luna se sienta y le hace una reverencia a la señora que pone cara de terror. Luna le pregunta a Jurgen por lo bajo qué es lo que le pasa.
-¿Pasa algo?- le dice ella.
-Que tanto sabe usted sobre su origen, sobre el origen de todo esto.
-¿A qué te refieres?
-A tu poder.
-Es un don familiar.
-¿Te dijo la Madre que es tu don realmente?
-Si por algo no me lo dijo es porque quería que no me entere. Si tu quieres decírmelo ahora estarías desafiando sus conocimientos. Nunca me pregunté de donde salía el don.
La mujer le entregó una especie de crisálida. Luna la tomó y le preguntó:
-¿Y esto? ¿Qué vivía aquí dentro?
-Ahí estaba el espíritu de nuestra tierra.
-¿De ahí viene el don?
-Puede ser…
-Debo suponer que me odias.
-A ti no, a la otra mitad.
-A Máscara de los Inviernos.
-Ojalá fuera a él.
-Ahora iremos a hablar con la Madre Oso.
-Pregúntale a Barraí sobre la dualidad.
-Dormiremos aquí y mañana partiremos.
-¿Hay algo más que debamos saber?- le preguntó Alexia a Luna.
-Solo que mañana iremos a ver a la Osa.
Luna tuvo una visión, lo vio a Toro del Norte, yendo por la nieve. Vio que una persona bañada en luz le tocaba la frente. Vio fuego y una ciudad destruida, y escuchó una risa maligna en el aire.
-Es un futuro posible.

Cuando salieron de la tienda, Luna lo vio a Krossel, estaba comiendo de una cacerolita. Era una sopa de leche de reno con pedazos de verdura y levantó con el dedo un minúsculo pedacito de carne.
Luna se sentó a comer a su lado y le ofrecieron la misma sopa. Vio que Krossel se levantaba, espada en mano y se iba hacia las afueras del pueblo.
Luna hizo un efecto para que hubiera un clima más benigno en el pueblo. La gente comenzó a verse más contenta. Un hombre agarró su instrumento y comenzó a tocar música, mientras Luna cantaba. Lareth sacó a bailar a Alexia, ella no sabía bailar, pero aprendía rápido. Nellens bailaba con Dalia. Null fabricó luces que danzaban alrededor. Realmente en esos momentos no importaba si fuera había Señores de la Muerte dispuestos a destruirlo todo, era un momento único, de esos que quizás no vuelven a repetirse, y había que disfrutarlo mientras se pudiera. Krossel regresó momentos después, traía cuatro jabalíes atravesados en su enorme espada y los puso sobre el fuego. Había comida para todos y todos se saciaron.
Una chica muy bonita de ojos verdes y cabello castaño sacó a bailar a Null, era muy agradable conversar con ella. Y no era como las demás mujeres que él hubiera conocido (ni hablar de su futura mujer que vivía dándole órdenes).
Ella lo llevó a una tienda para poder hablar con él. Cuando regresó todos lo vieron venir de la mano con la niña y notaron que se estaban dirigiendo hacia “Toro del Norte”. La niña le dijo algo al oído.
-¿Estás segura?
-Sí abuelo.
-Honorable señor- le dijo Jurgen pero a la vez no tenía ni idea de quién era. La miró a Luna, ella pareció indicarle que estaba bien.
-Gran señor- le dijo Null. Aunque a la vez estaba bastante sorprendido, no esperaba que su futura esposa fuera la nieta del líder del pueblo.
-Es un honor que la haya elegido.
-El honor es mío.
-Es un honor que haya decidido pertenecer a nuestra tribu y darme una alegría antes de partir. Y no quiero que nadie me vea hacerlo, que la vida sea próspera para todos- fueron sus últimas palabras. La niña sabía lo que iba a ocurrió y lloró en silencio.
-¿A dónde va a ir tu abuelo?- le preguntó Null.
-Le llegó el momento, se va a reunir con nuestros antepasados.
-Tu dirás, conoces mejor a tu pueblo que yo ¿podemos cortar este silencio?
-Acabamos de perder a nuestro líder, ahora el Consejo de los Padres va a elegir a nuestro heredero. No te preocupes no vas a ser vos.
Él se quedó callado y ella le dijo:
-No te veo muy contento de ser mi marido.
-Quizás deberíamos hablar en un lugar más privado.
Mientras Luna que vio a Jurgen yéndose a su tienda le dijo a Lareth:
-Deberíamos hablar con Jurgen, quizás no es el momento para que se retire.
Luna lo siguió y entró poco después que él.
-Hey ¿estás seguro de lo que vas a hacer?- le preguntó.
-Sí, es el momento.
-Creo que te saqué del trance no para que te inmoles. Sino hay otro líder terminaremos mal. El pueblo todavía no está asentado.
-Durante tres mil años hemos vivido de la misma manera. Si me voy ahora, el pueblo se va a revitalizar, Madre ya lo dijo.
-Está bien, si es lo que crees prudente, pero perderemos un gran guerrero.
-Yo ya estoy viejo para ser guerrero. Cualquiera de mis hijos me puede reemplazar.
Entonces Luna viendo que ya no había más que decir se despidió:
-Que el viento te acompañe- y salió de la tienda.
Todos se fueron a dormir y esa noche Toro del Norte se marchó.
Al día siguiente todos se prepararon para la partida. Null le dijo a Ini, tal el nombre de la niña, que no la iba a obligar a acompañarlos. Pero ella quería ir. Y cuando estaban ya todos listos Luna le regaló una gema. Le dijo que era un regalo para ella por la boda.
-Toma. Si te hace algo malo, mátalo.
Ella guardó la gema cuidadosamente mientras Null miraba a Luna con cara de pocos amigos.
Mientras Alexia y Nellens vieron a la distancia al Jurguenot. Había un manchón negro en el agua y solamente llegaba a verse la cabeza de esa aberración. Alexia le llamó la atención a Luna tocando su hombro con el dedo. Le señaló hacia el mar y entonces Luna también lo vio.
-Sigamos, no podemos hacer nada ahora.
-Preguntémosle que hacer a la Madre Oso- dijo Alexia.
Llegando a la casa de la Osa, Alexia y Nellens sintieron un aura extraña y miraron a ambos lados. La piel de Kallandros comenzó a brillar. Llegaron a un arrollo por el que fluía una horrible pasta negra. Alexia frenó a Luna que venía caminando y casi se tropieza con esa agua corrupta. El tiefling estaba temblando. La tierra alrededor estaba quemada.
-Madre ¿estás por aquí?- llamó Luna pero ella no respondió.
Cuanto más se acercaban más agrietada estaba la tierra. Hasta las mismas piedras parecían muertas. Cuando llegaron a la cueva vieron que no había puerta, la habían arrancado de sus goznes. La Osa estaba sentada en su silla mirándose las manos. Alrededor de ella había un aura de color verde.
-Madre…
Ella levantó la vista, eran dos puntos verdes, miró hacia un costado. Miraba hacia el suelo un bulto de ropas, un casco y una armadura quemada. Había una escena similar al otro lado. Supieron que la Osa había consumido energía periférica, pero no sabían la razón. Null supo que para hacer lo que había hecho, había necesitado consumir una cantidad de esencia incalculable. Nellens se dio cuenta de que había un desbalance terrible entre el bien y el mal. La Osa compensó ambas fuerzas, pero ahora había demasiada energía guardinal.
-¿Por qué hizo esto madre?- le preguntó Nellens.
Ella tiró una máscara en el medio de la habitación.
-¿Él te atacó?- le preguntó Luna.
-Intentó atacarme, pero no lo logró.
-Disculpe madre, por no haberla ayudado- le dijo Nellens.
-Gracias señor del vacío.
Nellens sabía que el exceso de energía guardinal debía canalizarse hacia otro lado, el problema era que no sabía cómo hacerlo. Su padre le había dicho que se iba a dar cuenta de cómo hacerlo.
-¿Podemos usar la energía para limpiar el mar?- preguntó Luna.
-Se puede intentar
-Cuenta conmigo entonces- Entonces empezó a absorber la energía que estaba albergando la Osa en su cuerpo pero no la podía redistribuir. Sintió más y más odio y dolor. Nellens sabía que tenía que ayudarla y tocó su hombro para encargarse de redistribuirla. Sintió una cantidad de energía enorme ingresar a su cuerpo. A su alrededor volaban dragones plateados, era un bomba de tiempo. Entonces se transformó en un dragón y salió de la sala. Salió y se dio cuenta de que podía purificar el agua y la tierra, por el río volvió a fluir agua cristalina, pero aún quedaba mucha energía acumulada y tuvo que expulsarla. Hubo una gran explosión y todo comenzó a volver a la normalidad, la tierra, los árboles, las piedras. Luna cayó y Lareth llegó a agarrarla para que no cayera al suelo. Null cayó sobre uno de los muertos que estaban en la sala y aspiró sus cenizas. Esto le dio la posibilidad de ver a una mujer en un palacio de hielo y cristal, tenía el cabello y los ojos de color violeta. A sus pies un ejército con armadura plateada y extrañas espadas larguísimas la custodiaba.
“No lo puedo creer” dijo la mujer y Null volvió de su trance. Tenía una manchita negra, casi imperceptible en uno de sus ojos.
-¿Está todo bien?- dijo Nellens, a su lado estaba Alexia.
-Ayudaste a volver todo a la normalidad. No sé cómo pero lo lograste.
-¿La Madre Oso está bien?
-Sí, acabo de preguntarle.
Cuando Null volvió en sí les dijo:
-Vi un ejército.
-¿El castillo de Morwell?
-¿Cuándo lo viste?
-Cuando caí.
Null le entregó el mensaje a la Osa. Estaba en élfico. Ella lo leyó y se lo entregó a Luna.
-Madre ¿le puedo preguntar que dice?- fue Alexia la que habló.
-Ahora cuando Luna termine de leer hablaremos de que hacer de ahora en adelante.
El mensaje estaba firmado de una mujer de la familia V’nef (no me acuerdo el nombre T_T).
“La primera señal fue el despertar de los señores de la muerte y la apertura de Minoi. Los Aasimar se volverán locos y culparán a los hombres de traición. La única solución es encontrar la Rueda del Destino. Si vuelve el Oscuro y se junta con las dualidades corruptas estaremos en más que problemas. Ahora estoy en el Imperio intentando influenciar a la mayor cantidad de políticos posibles, pero el Imperio ya está corrupto. Que la Diosa nos proteja.”
El mensaje ya tenía un año, que fue el tiempo que tardaron en viajar Alexia y Null hasta el norte.
-Dice que es solo un sueño- dijo Luna.
-Sí, pero ella vio la primera guerra- le contó la Madre Oso.
-Entonces los señores de la muerte son solo aves de carroña.
-Están aquí para recolectar los cadáveres.
-¿Qué es la rueda del destino?- le preguntó Alexia.
-Es un artefacto que se creó en el principio de los tiempos como modelo de la vida. Luego de la muerte de Danwe se dividió en varias partes.
-Alesia no está corrupta ¿contra quién prepara un ejército?
-¿Contra nosotros?- se preguntó Null.
-¿De dónde sacarían los humanos la fuerza para pelear contra los Aasimar?
-De sus protectores.
-Será una guerra con demasiados jugadores.
Entonces la Madre Oso les narró una historia.
-De la luna y el sol nacieron tres diosas. Morwell, Danwe y Asagoth. Y Sadeth el Corruptor fue enviado al mundo. Él se encargó de dividir a las razas. Así de los Guardinales nacieron los Death Lords y de los Celestiales los Diablos. Son todos parte de un mismo círculo.
-Y ahora todas las partes van a entrar en guerra entre sí.
-Eso sería poco inteligente. Lo que sí es cierto es que ganará el que encuentre primero la Rueda del Destino.
-Entonces ya deben estar buscando las partes- dijo Nellens.
-La rueda del destino tiene tres partes. El círculo, el centro y la llave.
-¿Hay forma de saber donde están?
-Fueron entregadas a Bagira de Candara, a Azmodeus señor de los demonios en Minoi y la otra la tienen los Elandrin en Morwell.
Estaba claro que el lugar más sencillo para empezar era Morwell. Esta ciudad era una gema en el medio del hielo.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Fecha 1


Un castillo en llamas se divisaba a lo lejos, en la región de la estepa nórdica. Era invierno, el suelo estaba cubierto de nieve. Un grupo de hombres lobo, los hijos de Fenris, con su pelaje plateado, y un hombre miraban la trágica escena. Los acompañaba también un niño de doce años, hijo de un Fenris. Su nombre era Kossel.
Cerca del castillo un terrible demonio de color negro y del tamaño de una casa hacía estragos en el pueblo, por donde pasaba la nieve se derretía. Los árboles se pudrían a su paso, al igual que la hierba. Un olor a azufre cubría todo el perímetro.
-Es un demonio, corran al bosque, yo me voy a encargar- dijo el padre del niño.
Pero era imposible que pudiera él solo con esa abominación y todos lo siguieron, cargaron con sus armas contra el horrible monstruo:
-¡¡Por Fenris!!- fue su grito de guerra.
Kossel trepó a la enorme criatura, frente a él se abrieron dos enormes ojos, vio que adentro había personas y gusanos devorándolas. Kossel empezó a rebanarlos con la espada pero eran demasiados. Cada vez que cortaba uno éste se convertía en una horrible gelatina verde. Subió y subió por el cuerpo de la bestia, era como un enorme edificio de carne.
Kossel vio como el monstruo se regeneraba absorbiendo la vida de las personas que estaban en su interior, y casi es absorbido él también por esa cosa, pero logró abrir una brecha y salir. Un caballero se le paró adelante y lo golpeó en un brazo. Kossel perdió estabilidad y cayó hacia el suelo. Mientras iba perdiendo altura alcanzó a ver a su padre y a sus amigos dentro del monstruo a punto de correr la misma suerte que los demás.
Se despertó en una taberna de mala muerte, su pierna de pelaje color negro contrastaba con su pelaje marrón, era un souvenir de ese día. Sabía que algo grabe iba a pasar, como siempre que tenía esa pesadilla.

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Un enano de cabello pelirrojo y poblada barba corría por un pasillo de piedra. Varias cicatrices surcaban su rostro, parecía muy apurado.
-Por acá, hay que ir por acá- guiaba a sus acompañantes.
Atravesaron varios parajes y escucharon gritos desgarradores. El camino era circular e iba siempre hacia arriba, hasta que llegaron a un puente. Debajo había un río de lava, hacía mucho calor. Del otro lado del puente lo esperaba una mujer rubia, de ojos pardos y vestida con harapos, aún así era muy bonita. La mujer le entregó un bebé y cuando lo tuvo en sus brazos corrió hacia otro pasillo. El enano ahora estaba pálido.
Una segunda visión mostró a una enana, ella destapó las mantas que cubrían al bebé y dijo:
-Te cuidaré como si fueras mi hijo.
Un recuerdo más lo trasportó a una taberna enana, situada en Colgard. Allí había pasado los primeros años de su vida, su padre era un “señor de la guerra” entre los enanos y todos lo respetaban porque se había enfrentado a cosas que ningún otro se hubiera atrevido. Pero a pesar de eso él era diferente, cuando creció se dio cuenta de que la ciudad no estaba hecha a su medida y ninguna otra alma viva en ese lugar tenía cuernos como los de él. Si bien no lo discriminaban, tampoco parecían tenerle demasiado afecto. Su padre le confeccionó su armadura y sus armas especialmente y a su medida. Rudiguer era el nombre de su padre, su madre se llamaba Amelia y se preocupaba por él en exceso. A los doce años le dijeron que ellos no eran sus verdaderos padres.
Ahora ya habían pasado diecisiete años desde que lo habían adoptado como a su propio hijo, y le dejaron acceder al libro “El Saber Imperial” al que pocos podían acercarse. Allí se narraba el principio del mundo, desde la visión de los celestiales y de cómo había llegado a ser lo que era hoy.
-Padre, madre, quiero saber quien soy- les preguntó.
-Vos sos Kallandros.
-Soy más que mi nombre, quiero saber quien soy ¿Dónde me encontraron?
-Una vez viajé al sur, donde encontré este libro, en las fosas de Minoi, donde habitan cosas que no deben salir a la superficie.
-¿Qué cosas?
-Cosas que deberás conocer si quieres saber sobre tu origen.
Su padre sabía que ahora él se marcharía a buscar su destino y sacó su libro de viaje y se lo entregó:
-Esto te va a servir.
-Gracias padre
-Nene, ¿seguro que te querés ir?- le preguntó su madre con lágrimas en sus ojos.
-No, pero tengo que hacerlo.
-Estuve preparando esto desde el día que naciste- y le entregó una enorme maza.
Al día siguiente Kallandros se dirigió hacia el norte, cruzó el paso de la montaña, no era una zona muy poblada. Vio nubes de polvo a lo lejos, parecía una fragua. Una noche mientras acampaba junto al fuego escuchó ruidos. Ocho figuras se le acercaron, estaban vestidas con pieles y armados con espadas de hueso, eran los guardianes de la frontera.
-¿Quieren acompañarme?- los invitó.
-No, mejor hagamos las cosas rápido ¿qué sos?- le preguntaron.
-Jefe, parece un demonio…- le susurró uno de los ocho.
-Yo soy Kallandros de Colgard.
-Estas crecidito para ser un enano- y le golpeó los cuernos con sus nudillos.
-¿Qué quieren?
-Para empezar, todo lo que tenés.
Kallandros viendo que sería inútil seguir conversando tomó la maza.
-Son mis cosas- les dijo.
Uno de ellos le pegó con el canto de la espada a la mano para que soltara la maza, pero él no la soltó. La agitó hacia la mandíbula del extraño y le aboyó la cara con el golpe, la sangre lo salpicó.
En ese momento lo atacaron entre todos, un círculo mágico de color rojo lo rodeó, la maza irradió una luz roja. Los hombres frenaron el ataque, dos se resbalaron al ir hacia atrás. Kallandros aprovechó la ocasión, abanicó el arma, al primero le desintegró la cabeza, al segundo, le fracturó el brazo. Los demás cayeron al suelo con virotes clavados en sus espaldas. Alguien lo estaba ayudando, vio a una mujer de ojos amatista, piel negra y pelo blanco.
-¿Por qué no me pudieron dejar en paz?
-Porque son humanos
-¿y tú qué eres?
-Yo soy una cadormen. Mi nombre es Dalia Baenre.
-Yo soy un enano…
-Estás crecidito para ser eso
-Bueno, no soy un enano en realidad…
-Eso ya lo veo.
-¿Qué soy?
-Veo que no saliste mucho de tu casa ¿no? Sos un tiefling.
-¿Qué es un tiefling?
-Hay que explicarte unas cuantas cosas me parece. Va a ser mejor que levantemos el campamento de este lugar. Vamos.
-¿A dónde?
-Vení conmigo- y lo dirigió hacia las montañas.
-Pero voy hacia Hendial.
-Puedes partir mañana.
-¿A dónde me llevas?
-A la ciudad de mi madre. A Firehorn.
Así Kallandros es guiado hasta la ciudad de los cadormen, allí lo llevan al templo y le asignan una habitación para que descanse esa noche. Ese mismo día le presentaron a Madre Baenre, quien le dio la bienvenida. Kallandros volvió a preguntar qué era.
-Un tiefling es un hijo de demonios.
-¿Qué? ¿Demonios?
-Demonios, diablos.
-Yo no puedo ser hijo de un diablo.
-¿Por qué no?
-Porque traen la tiranía, no puede ser así…
-Todo puede ser.
-Debo irme, tengo que ir a Hendial.
-Vamos a hacer una cosa, partirás mañana y mi hija Dalia va a acompañarte. No me puedo arriesgar a que alguien te capture, ustedes descienden directamente de los dioses.
Así le explicó que los elfos de Morwell querían conseguir las seis energías, pero Kallandros no sabía que era eso y Madre Baenre le explicó que era esa misma energía que había hecho brillar cuando lo atacaron.
-Sería práctico que aprendas a usarlo.
-¿Cómo?
-Consiguiendo un maestro, no todos son malos. Puedes encontrarlos en Minoi, al sur.
Y así fue como Kallandros partió con Dalia, y después de algunos días, llegaron a esa misma taberna.

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En otro lugar muy alejado se encontraban los celestiales. Ellos eran la clase más alta del Imperio. Los que llevaban el orden a todas las razas, aunque no lo quisieran. Eran las manos de la diosa, los gobernantes del mundo.
Los niños eran educados desde pequeños con estos preceptos. Hasta los ocho años eran criados por una nana, y a partir de entonces ingresaban a un colegio, que era un internado. Hasta los diez años eran evaluados para conocer el talento individual, luego cada uno ingresaba a una de las siete escuelas.
Null había ingresado en la “Escuela de las Mil Campanas” una escuela especializada en investigación. En la misma todos los maestros no mostraban su rostro, todos llevaban una máscara puesta. Null lo primero que hizo al ingresar fue contar si efectivamente había mil campanas allí.
Alexia sin embargo fue asignada a la “Isla del Pentagrama”. Esta escuela era la que se encargaba de coordinar el imperio, de su desarrollo, de los asuntos ministeriales y de dirigir a las Mil Escamas.
Hasta los quince años estudiaban en la respectiva escuela a la que los asignaban según sus talentos y al cumplir esa edad los introducían en la sociedad haciendo una gran fiesta, a su vez los comprometían con alguien de otra familia.
A Null lo comprometieron con Salia, una hermosa chica rubia de ojos azules, pero él no parecía estar muy contento con el compromiso, al igual que ella. El padre de Null intentaba ubicarse políticamente ya que su casa estaba en decadencia y Salia era un general de la armada dorada, el partido perfecto.
Y su hermano Anis fue el prometido de Alexia. Ellos eran de la misma casa, llamada Bremen, y a ella no le causaba ninguna simpatía casarse con su primo. A su vez seguía pensando en su amigo Lance, al que no había vuelto a ver. Él era de la “Casa de los Mártires”, la casa de más bajo rango y sin posicionamiento político. A sus integrantes los enviaban a evangelizar al Umbral, más allá del Imperio, y pocas eran las veces que regresaban y menos las que se casaban.
A Alexia toda esta movida política no le interesaba en lo más mínimo, no así a su padre.
Y ese día era la fiesta de presentación en sociedad. Alexia estaba sumamente deprimida, al lado de su rubio prometido. Junto a ellos Salia le acomodaba la ropa a Null. Alexia dijo que se iba a servir algo para tomar y se dirigió hacia una mesa de bebidas. Null la acompañó.
-¿Siempre es así?- le preguntó Alexia.
-La mayor parte del tiempo.
Ella empezó a tomar alcohol hasta quedar totalmente ebria.
-No voy a casarme, voy a escaparme de casa- le confesó a su futuro cuñado.
En el medio de la fiesta el hermano mayor de Alexia, Sergis, aterrizó en las escaleras, justo cuando Null la abrazaba para que no se cayera.
-¿Alexia estás bien?
-Sí- le dijo con una voz muy rara.
-¿Dónde está papá?
-Se fue para allá, con los dragones- le señaló.
Momentos antes habían visto a su padre caminando junto a Imerion y dos dragones más, estaban bastante apurados y entraron a una sala.
-Cuidala- le pidió a Null y se dirigió hacia el lugar donde le indicó Alexia.
Null llevó a Alexia a su habitación, y ella le cerró la puerta en la cara.
Cuando salió intentó buscar al padre de Alexia, pero no pudo encontrarlo. Sus intenciones eran avisarle del escape que tenía planeado su pequeña hija.
Pero no pudo seguir con su búsqueda porque le asignaron una misión. Se habían reunido los líderes de las catorce casas y los siete celestiales (uno de ellos era una mujer) y decidieron enviar un mensaje a la reina, la Madre Oso, que habitaba en el Norte, en Godham. Le dijeron que llevara con él a un mensajero. Así Null volvió a la habitación de Alexia y se acostó a su lado, esperando que despertara. Cuando ella despertó y lo vio le preguntó sobresaltada.
-¿Qué hacés acá?
-Vos me dejaste entrar.
-¿Qué hice?
-Que no hiciste- dijo risueño. Ella estaba furiosa, pero a su vez sabía que se merecía lo que sea que le hubiera pasado (aunque no había pasado nada en realidad Null se divertía al torturarla con ese día).
Alexia y Null viajaron mucho tiempo, un largo año les llevó llegar hasta Elgart. Llegaron en el medio de un clima muy frío, había un viento incontrolable y una tormenta azotaba todo a su paso. Luego de avanzar varios días por un desierto y cruzar el paso de Firehorn. Llegaron a Hendial.

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Empezó a llover. A lo lejos se divisaba la ciudad amurallada de Lessender. Al paso de ellos la vegetación se iba secando, Luna estaba destruida, Lareth lloraba, sabía que su maestro no iba a sobrevivir. Llevaban tres días de viaje y Luna llegó a sentir que la colocaban cerca de un fuego. Uno de los renos cayó muerto por el esfuerzo y Lareth intentó construir unas dagas con sus cuernos.
-¿A dónde vamos?- le preguntó con las pocas fuerzas que le quedaban.
-Vamos con los hombres- le respondió él.
Luna estaba muy herida, tenía el brazo quebrado, le habían intentado arreglar un hombro dislocado y tenía derrames en uno de sus ojos.
Continuaron el viaje como pudieron y en el camino un transporte se les atravesó obstruyéndoles el paso. El reno de Lareth cayó exhausto al suelo por la larga caminata sin descanso. Una persona con el cabello blanco se les acercó. Luna se cubrió el ojo lastimado con una tela. Este hombre llevaba un arco a su espalda y armadura de cuero ceñida. Lareth se paró delante de Luna para protegerla, pero el hombre se sacó la capucha, era un Elandrin. Lareth soltó la improvisada espada y puso la rodilla en tierra, el hombre le pidió que se parara. Luna estaba al borde del desmayo y veía todo borroso.
-¿Qué le hizo?
-Casi la mata- le respondió Lareth.
-Llevémosla para que la gente de Fenris la cure.
Luna se despertó en una carpa, el fuego estaba encendido. Estaba desnuda, cubierta con pieles, en las heridas tenía una especie de pasta que las estaban cicatrizando. Entró una mujer, tendría unos cincuenta años de edad que le habló en un idioma que no entendió. Ella se tiró hacia atrás instintivamente. La mujer comenzó a machacar hierbas con un mortero, luego le agarró el brazo, sacó un cuchillo y comenzó a sacarle el ungüento. Luna se dio cuenta de que la estaba curando. Por último la vendó y ella le agradeció, luego volvió a dormirse.
Cuando abrió los ojos nuevamente la vio a su hermana, a su lado estaba Lareth, y dos hombres más. Su hermana entró a la tienda y le preguntó:
-¿Estás bien?
Ella la abrazó llorando. Kaellis le pidió que por favor se tranquilizara, le dijo que ahora ya estaba a salvo.
-¿Telien?
-No salió de la ciudad.
Ella comenzó a llorar aún más. Su hermana la consoló diciéndole:
-Nosotros te vamos a ayudar a ponerte bien. Te vamos a llevar con la Madre Oso que te va a enseñar a usar tu don. Ahora por favor descansá.
-No tengo sueño, no quiero dormir, tengo pesadillas. Ya se acabó esto, pero no del todo, no hasta que muera- sus ojos estaban perdidos en el odio.
Al día siguiente Luna salió por fin de la tienda, le dieron un gran cobertor de piel, hacía mucho frío. Había varias personas en el campamento. Kaellis le contó que eran aquellos colonos que había apoyado a su padre, y que ahora vivían allí.
-Aquí la tierra no es buena- dijo Luna.
-Nunca lo va a ser, lo dijo la Madre Oso.
-Mejor, así se curten los mejores guerreros.
Luna vio enanos por primera vez, a su paso los elfos y los humanos se arrodillaban. Un hombre le dijo: “su padre me enseñó muchas cosas, es un honor servirle”. Su hermana la llevó hasta una choza, allí la esperaba un hombre mayor, con bigotes y rostro muy demacrado. A su lado estaban su hijo y su hija. Todos se arrodillaron cuando ella entró.
-Bienvenida a nuestro campamento, su majestad.
-No soy reina de nada.
-Para nosotros siempre lo será.
-¿Cómo están las cosas?
-Lessender fue anexada al reino de Morwell. Las últimas dos semanas han llegado tropas desde allí, se perdieron todas las cosechas.
-No tendrá qué comer… ¿Qué saben de Galatea?- agregó.
-Está en Morwell.
-Intentarán sacarle el don que no tiene.
-Tu marido deberá responder por lo que hizo.
-¿Habrá una forma política de recuperar la ciudad?
-Lessender está perdido, yo no arriesgaría a nadie. Lo que podemos hacer es esperar y atacar en el momento adecuado. Por eso es necesario que aprendas a usar el don.
-Fundaremos una nueva ciudad, lejos de esos malditos.
-El mundo es muy grande.
“Al igual que mi odio” pensó.

Luna fue conducida hacia una cámara. “Sólo tú puedes entrar” le dijeron. La puerta se abrió, vio una garra blanca y luego a una enorme osa polar, vestida con una túnica sencilla.
-Luna, bienvenida, pasa por favor.
-Hola
El lugar donde habita la Madre Oso era muy simple, había estantes de madera llenos de libros, papeles y una pluma. El lugar era muy acogedor.
-¿Cómo estuvo el viaje?
-Bien.
-Vamos cerca del fuego, los años me están cayendo mal.
Vio que ella tomaba una tetera y le ofrecía:
-¿Té?
-Gracias.
La Osa armó una mesa de té muy común. El olor de las hierbas llenaba toda la habitación, acercó su pata a la tetera y calentó el agua. A Luna el olor le hizo acordar a los campos que veía cuando viajaba, recordó la paz absoluta, la tranquilidad, se acordó de lo que era la felicidad. Era evidente que la Osa intentaba distenderla.
-Ahora ¿para qué querés aprender tu don?
-Es una tradición en mi familia, para los colonos.
-Eso es muy noble, pero no es para lo que te fue heredado. Ahora dime lo que habita en tu corazón.
-Para matarlo, destruir todo hasta que no quede ni una piedra. Le juro que no quisiera que fuera para eso.
-Lo sé, sé lo que te hicieron, comprendo tu odio, he visto caer mucha gente por él. Muchos más de los que te imaginas. Nosotros los guardianales, que tenemos el poder de Danwe estamos para mantener el equilibrio. A veces van por el mismo camino que nuestros deseos, a veces no. Él no merece seguir viviendo pero antes sería mejor que se arrepienta.
-Entiendo perfectamente sus palabras, pero no quiero hablar con él cuando lo tenga enfrente. Si considera que no es correcto enseñarme lo entenderé.
-Te enseñaré, confío en tu juicio. Sé que no lo usarás para nada que no sea necesario. A veces el equilibrio se desbalancea y hay que ponerlo en su lugar.

**********************************************************

Null y Alexia entraron a la taberna, iban vestidos muy lujosamente para los parroquianos que habitaban ese lugar y cuando entraron llamaron la atención mucho más de lo que hubieran querido. Null le reprochaba a Alexia que hubieran entrado allí. Pidieron algo para comer, todos alrededor los miraban como queriendo tirárseles encima.
Kossel comenzó a escuchar sonidos extraños afuera, y vio a los dos entrar y sentarse a la mesa. No muy lejos, un hombre encapuchado estaba charlando con una cadormen, ese era un día demasiado extraño y presentía problemas desde que se despertó.
Un grupo cerca de la puerta los estaba mirando desde que llegaron y en un momento se dirigieron hacia ellos, el hombre encapuchado se paró para ayudarlos, con la desgracia de que la capa se le cayó y todos vieron que era un Tiefling. Kossel enseguida los interceptó.
-Será mejor que se vayan de este lugar- les dijo.
-¿Por qué? No hicimos nada malo- le dijo Alexia inocentemente.
Null le dijo que se fueran y Alexia dejó una moneda imperial sobre la mesa. Cuando cruzaron la puerta los siguió Kossel.
-¿Qué es esto?- les dijo mostrándole la moneda.
-Es el pago por lo que comimos…
-Esto no sirve- dijo llevándose la moneda a la boca y mordiéndola con sus dientes.
-¿Esto sirve?- le dijo Alexia mostrándole su daga labrada y que valía más que lo que Kossel pudiera ganar en un año.
-Mmmmm sí… está bien.
Detrás de ellos venían el Tiefling con la cadormen.
Escucharon ruidos en el pueblo, estaba siendo atacado. Alexia enseguida se dirigió hacia allí para ayudar, seguida de Null. Kossel vislumbró unas sombras que se dirigían hacia la taberna se dirigió hacia allí de inmediato. Eran jinetes no muertos.
Varios perros monstruosos comenzaron a saltar de las casas y los atacaron, otros atacaron al Tiefling y a la Cadormen mientras otros intentaban entrar en la taberna.
En pleno combate un águila enorme aterrizó en el suelo. Sobre ella iban dos elfos, que viendo el problema también los ayudaron.
Cuando la situación se calmó lograron divisar a lo lejos a un monstruo del tamaño de una montaña, negro, que desintegraba la vegetación a su paso. Era un Jurguenot, demonios antiguos que eran usados por los dioses para crear nuevos seres, los Señores de la Muerte los habían convertido en fortalezas móviles. Y había cinco de ellos en el mundo.
-Hay que detener a ese demonio como sea- dijo Luna- Barraí dijo que nos encargáramos de esto.
-¿Puedes dispararle una de tus flechas?- le preguntó el Tiefling a Alexia, quería acabar con él en ese preciso instante.
-No creo que mis flechas lleguen hasta ahí, es muy lejos, y aunque le diera no creo que le hicieran daño.
Entonces viendo que no había nada que pudieran hacer contra un demonio de dos kilómetros y medio de alto, todos decidieron ir a ver a Barraí, la Madre Oso, y entregarle el mensaje de los celestiales.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Personajes: Ariadna Tirisluna Tempestas


Luna y Lareth



(Escribe Draften)

En algún lugar cercano a Morwell existía un pequeño reino élfico, conocido como Lessender. Este era un lugar pacífico, de abundante vegetación, húmedo, hermoso a la vista. Este pequeño paraíso era gobernado sabiamente por una familia real que años atrás había hecho un pacto con los dioses del Viento para poder bendecir la tierra en la que vivían. Así, todos los años las cosechas eran excelentes, nunca faltaba el alimento, habían excedentes que les permitían comercializar con otros pueblos. De esa forma, el reino prosperó gracias al control del clima que tenía esta familia.

Una vez sola un ejército invasor de Morwell atacó este reino para hacerse con las cosechas. Fue repelido por la Reina, conocida como la Dama de los Cuatro Vientos. Esta mujer, una maga imponente, había sido bendecida con el don de negar toda magia a voluntad, con lo cual devastó los ejércitos enemigos antes de que estos llegaran a su reino.
Tras esta guerra se firmó una paz, que obviamente, duraría un buen tiempo hasta que los codiciosos elfos de Morwell, arrogantes ellos, quisieran para sí el poder de la Dama de los Cuatro Vientos.
Brevemente fueron mezclándose con los habitantes de la ciudad, y en unas cuantas décadas, la mayoría del Reino era habitado por elfos de Morwell. Así, la línea real terminó juntándose con ellos y al final de unos cientos de años, la ciudad se convirtió en una dependencia de Morwell con cierta autonomía.

Pero la codicia por el poder todavía existía. Así, los elfos de Morwell descubrieron que la Dama de los Cuatro Vientos había ido cambiando durante los años, que sólo una podía serlo, y que al nacer la nueva moría la vieja. Y que mucha de su fuerza era por los sacerdotes del viento que tenía el Reino. Descubrieron que el poder de absorber magia sólo podía ser sostenido por una persona, que debía ser una mujer específicamente. Comprendieron que los vientos favorecían a esta persona, y que sólo en la familia real se mantenía el don.

Y fue sólo cuestión de esperar para poder hacerse con el poder.

En un año, la Madre Tempestas, engendró tres hijas (trillizas): Kaelis, Galatea y Ariadna, la última, Ariadna Tirisluna Tempestas, era la que llevaba el don. La más pequeña iba a heredar el trono. Pero nunca supuso que su paz no llegaría nunca.

Al morir la antigua Dama de los Cuatro Vientos, y con Ariadna, ya apodada por su familia y amigos como Luna, dedicada al desarrollo de su don y al entrenamiento formal de la Real Orden del Céfiro, el pater de la familia buscó asegurar el futuro de sus hijas. Sabía que la joven Luna era la más codiciada, pero el tema del don se manejaba con extremo celo dentro Lessender, después de todo era un asunto exclusivo de la familia Tempestas. Además, el hecho de que las tres hijas hubieran nacido juntas sólo servía para que nadie sepa quién era la verdadera nueva Reina.

Lessender, dadas las excelentes condiciones climáticas del lugar, era un polo de atracción para colonos de todas partes, y no tardaron en llegar distintos trabajadores de la tierra de otras razas. Así, pese a los reclamos de las antiguas familias, el padre Tempestas cuidaba a sus colonos.

Un día, el noble Allain Dolwen, sobrino de la reina Alessia de Morwell y posible candidato al trono, se presenta a la familia. Con el paso del tiempo, un sólido amor se da entre Luna y él. Para ella era como un cuento de fantasía, uno de esos relatos de amor perfecto que muchas veces los bardos cuentan. El casamiento se da naturalmente y Luna pasa a vivir con Dolwen.
No obstante, como en los cantos de los bardos, las cosas siempre son más trágicas que hermosas. Varios nobles de Morwell, con el auspicio de algunas de las familias terratenientes de Lessender, encuentran la excusa perfecta para destruir a la familia Tempestas: acusar al Pater de cobijar a ladrones y asesinos humanos en su ciudad, tras el intento de asesinato cometido contra Alaia, la hija de la Reina Alessia y heredera al trono perpetrado por un grupo de asesinos humanos.
Mandan soldados a capturar a los sobrevivientes y en el interín, la conjura continúa y despachan a varios nobles aliados al Pater Tempestas, que termina siendo capturado.
Un juicio se produce entonces, Dolwen asume el rol de defender a su suegro, y de paso su reputación, al ser el mismo juzgado por el intento de asesinato para lograr un ascenso al trono. La defensa es muy buena, Dolwen logra probar su inocencia pero no logra desbaratar la conjura contra su suegro; la cabeza real de la familia Tempestas es ejecutada.
De esta forma, Dolwen asciende al trono de Lessender al estar casado con la futura Dama de los Cuatro Vientos. Pero como todavía se desconoce quién es la nueva Dama, por las extremadas reglas de cautela con el asunto, sólo asume nominalmente al ser el único hombre entre las tres hermanas.

Al poco tiempo, una extraña mujer eladrin se muda a la convulsionada Lessender. La gente, si bien apoya a Dolwen, trata de evitar todo contacto con los traidores Tempestas. Públicamente la alianza con la familia es totalmente deshonorable. Esta mujer, la nueva amante de Dolwen, empieza a influir en la mente del príncipe, que para esos entonces se vuelve violento y malhumorado al ver como se esfuman sus oportunidades de ascenso al estar emparentado con una familia traidora.
Kaelis y Galatea, al empezar a ver que una nueva conjura se trama contra la familia, toman una medida extrema: una se irá a tratar de establecer pactos con los humanos, y la otra aceptará ser la Dama de los Cuatro Vientos para engañar a los magos de Morwell, de donde las noticias llegan con indicios de querer "atesorar" el don de la familia.

Galatea es capturada por los magos de Morwell y Kaelis huye.

Dolwen, acorralado por su alianza con una familia de traidores, ya no tiene opciones, debe deshacerse de Luna. Para ello, la encierra en un sótano de su palacio, solamente con la ayuda de uno de sus pajes, el joven Lareth Galad Shezar, muy buen amigo de Luna. Para esos entonces, la joven meditaba la decisión de irse, la violencia de Dolwen iba en aumento y el amor había muerto hace tiempo.

Los constantes fracasos políticos repercutían en Dolwen, quien descargaba su ira y su odio en su "esposa", de la cual se decía que se había suicidado; claro está que nadie sabía que estaba prisionera. La única forma de Luna de aguantar este suplicio fue a través de Lareth, que por su condición debía asistir a su señor, pero cuidaba a su amiga. En este periplo, que duró unos interminables cinco años, Luna fue violada por el príncipe, un miserable cobarde que se vendía como un adalid de los valores y buenas costumbres y era un despreciable ser. Y ella se convirtió en su esclava personal, la escoria con la que él realizaba sus más turbias perversiones: Él la vejó, la golpeó, la laceró, la lastimó, torturó de muchas formas. Hasta le arruinó toda posibilidad de dar a luz. Pero él la odiaba y la amaba por lo que ella fue, su odio trastocaba cuando quería dominarla en su espíritu y no lograba quebrantarlo. Siempre se le clavaba la frase de la joven: "Sólo tengo mi vida para acabar con la tuya, nunca te perdonare esto que has hecho"

A Luna también la ayudaba el maestro de armas de Dolwen. Este hombre, cuyo nombre era Telien, un antiguo pariente lejano del príncipe, que si bien nunca se llevó con él, optó por mudarse a Lessender cuando su pueblo, fronterizo con los bosques que luego serían Taras, fuera arrasado y su familia aniquilada, que había intuido la verdad y entrenaba a Luna en los momentos en que Dolwen y su consejera partían para Morwell. Para Telien, Luna era el fiel reflejo de la sonrisa inocente de su hija al ayudarlo con la cosecha, al iluminar su rostro cada mañana. Él no iba a arriesgar a la familia de Lareth y a generar un caos que terminará con inocentes muertos, pero tampoco iba a dejar a la muchacha sola.

La heredera del don estaba capturada, imposibilitada de fugarse. Soldados custodiaban a la familia de Lareth, lo que evitaba que el paje liberara a Luna. Pero un día terrible llega: Dolwen, furioso por vaya a saber que nuevo fracaso político, abusa de la joven violentamente. No sólo la posee, la destroza a golpes, más de lo que habitualmente hace. Lareth, acongojado, no sabe como actuar, pero si el Maestro de Armas. Ambos fingen un "secuestro", y Lareth huye con Luna al pueblo humano, junto con su familia.

El maestro de Armas, pronto a huir también, cae capturado por los guardias del Palacio. El mismo Dolwen se encargó de ejecutarlo por traidor. Pagó con su vida su pecado, pero esa muchacha, que secretamente le recordaba a su hija, era libre.

La joven Luna logró volver a lo que quedaba de su casa y recuperar la espada, escudo y armadura de la familia. Así, Luna y Lareth huyen a tierras humanas. Ella quiere varias cosas: liberar a sus hermana, buscar una cura al daño que le había hecho ese cobarde para poder dar a la luz (aún sabiendo que así podría pasar el don y morir), redimir la conjura y el honor familiar y principalmente, arruinar todo sueño de ese miserable, matarlo de la peor forma, lastimarlo como la criatura vil que era. Cobrar venganza, a cómo dé lugar...

lunes, 25 de agosto de 2008

Personajes: Alexia



Alexia era la hija menor de tres hermanos. Su hermano mayor Sergis era su protector sobre todos los demás y la quería como a ninguno. Él sería el heredero del clan al morir su padre. Cabellos negros, ojos grises como los de su progenitor y un gran don para manejar las armas. La segunda hija, Amelia, era el vivo retrato de su madre, el cabello rubio, los ojos verdes, su belleza era incomparable a cualquiera de las mujeres de su pueblo. Alexia era, como suele ocurrir, la más mimada, el cabello rubio le caía largo sobre la espalda pero tenía los ojos grises de su padre.
Nació en el seno de una familia feliz, y se crió entre los muchachos de su edad. Su hermano la entrenó en el arte de la espada y la magia como debe ser a toda protectora del orden, fiel a la diosa Asagoth. Y si bien no destacaba por su belleza, al igual que Amelia, sí se destacaba por su poder. Todos predecían que al crecer ella sería la más poderosa en la familia.
Amelia se casó cuando ella tenía diez años. Grande fue la fiesta y todos decían que Amelia ese día irradiaba más luz que el mismo sol, pero quienes la conocían podían ver cierta tristeza en sus ojos. Alexia había estado jugando toda la fiesta, los niños podían jugar a sus anchas y nadie los molestaba ya que los adultos estaban muy ocupados conversando y comiendo. El marido de Amelia tenia de sirviente a un muchacho, su nombre era Lance. Todos se sorprendían al verlo porque él era diferente. Pero Alexia no era como los demás, a ella le intrigó y le sorprendió que él estuviera solo. Así que se acercó a hablarle.
-Hola ¿quieres jugar conmigo?- le preguntó
-¿No tienes miedo de mí?
-No, ¿Por qué tendría que tenerlo?
-Porque yo no tengo alas como ustedes.
-No necesitas alas para poder jugar- le sonrió.
Lance y Alexia jugaron juntos todo el día de la boda. Al finalizar el evento Alexia se había divertido tanto que no quería decirle adiós. Cuando su hermano la llamó para irse las lágrimas rodaron por sus rosadas mejillas.
Su padre la vio llorar junto a ese niño y se enfureció.
-¿Qué le has hecho?- le dijo y lo golpeó tan fuerte que el pobre Lance cayó sentado al suelo, pero no dijo nada.
-¡Papá! No le hagas daño, él no me hizo nada.
-¡No quiero volver a verte cerca de mi hija!- le advirtió. Tomó a Alexia de la mano y la arrastró hacia el carruaje que los llevaría a su hogar. Dentro ya la esperaba su madre.
-¿Por qué lloras Alexia?- le preguntó ella dulcemente.
-Por que ya no voy a poder volver a jugar con Lance.
Su madre la abrazó y la consoló, no así su padre que era muy severo y terminante en sus decisiones.
Pero Alexia y Lance volvieron a verse. Alexia iba a pasar el verano a la casa de su hermana y ella era cómplice de sus constantes escapadas al bosque. Ella sabía que él era un buen muchacho y no les prohibía verse. Pasaron cinco años y se vieron cada verano, pero al siguiente Lance ya no se encontraba allí. Grande fue la desilusión de Alexia quien preguntó a su hermana adónde había ido. Ella le respondió que no lo sabía. El pequeño Samuel, su sobrino, jugaba en la falda de su madre.
-Dime la verdad Amelia ¿papá tuvo algo que ver en esto?
Ella no le respondió pero sus ojos no mentían. Era evidente que su padre había tenido que ver en la desaparición de Lance. Cinco años más pasaron, ninguna noticia tuvo de él todo ese tiempo. Su vida continuó igualmente, pero jamás olvido a su mejor amigo de la infancia.
La relación con su padre se enfrió mucho luego de que Lance se marchara. Ella lo comprendía, pero no aceptaba su forma de pensar. Para ella Lance nunca fue diferente, pero para su padre parecía equivaler al mismo demonio.
El tiempo pasó y Alexia se convirtió en una mujer, varios fueron los que pidieron su mano y su padre la cedió a un general del ejército. Ni siquiera sabía su nombre y ya era su prometido. Y si la relación con su padre antes se había enfriado, en ese momento se congeló.
-No me casaré- fue su rotunda negativa.
-Tú harás lo que yo digo, y no se hablará más del asunto!- le dijo enfurecido.
Y si bien Alexia nunca lo había desobedecido esta vez decidió seguir lo que dictaban sus propios pensamientos. Si algún día se casaba sería ella la que elegiría con quién. Ese día tomó algunas de sus pertenencias y escribió una carta a su madre.
“Sé que te pondrás triste al leer esta carta. Perdoname pero no voy a obedecer a mi padre. No quiero seguir los pasos de Amelia y no me casaré sin amor. Quiero ser feliz y ahora soy feliz estando sola. No quiero atar mi vida a la de una persona que ni siquiera conozco. No llores por mí, prometo que volveré algún día a casa, no sé cuando será, quizás cuando mi padre ya no tenga poder sobre mí o esté con la persona que realmente ame, sea quien sea. Quiero que sepas que te quiero mucho y aprecio todo lo que hiciste por mí. Adiós”
Y mirando por última vez el castillo, salió hacia el paso atravesando las murallas de la ciudad.