miércoles, 17 de junio de 2009

Fecha 4

Caminamos durante tres días por la planicie nevada, hacía bastante frío. Al fin llegamos a la ciudad de Lessender. A lo lejos vimos el castillo y la pequeña ciudad, ahora rodeada de varios círculos concéntricos de casas. Todos nos sorprendimos, eran casas de madera y ladrillo muy bien construidas donde habitaban humanos, y hacía tres meses la ciudad no era ni la mitad de lo que la veíamos ahora. Era demasiado extraño.
-Pasemos aquí la noche- nos dijo Luna y bajamos a la ciudad.
El clima parecía benigno. Con nosotros venían el anciano y la mujer que encontramos en la destruida Morwell.
Había algo muy extraño allí. Me pregunté si habían utilizado algún hechizo o sería todo una ilusión. Entramos a la ciudad y vi en el suelo un casco de las Quimeras, ¿qué podía estar haciendo eso allí? le pregunté a una mujer si era suyo, me dijo que sus hijos jugaban con él, que había muchos en la ciudad. Lo dejé nuevamente en su lugar. ¿Había habido una guerra en tan poco tiempo? No lo entendía.
Luna le preguntó a un guardia en qué año estábamos. El hombre no parecía saber demasiado de esas cosas y nos mandó con el notario, su nombre era Sigfrid. Nos atendieron muy bien, nos sirvieron comida y nos dejaron sentarnos en el salón del castillo donde se encontraba un enorme mapa. Me quedé mirando la región de Bellizard, el mapa era demasiado diferente de aquel que recordaba haber estudiado. Null comenzó a ver los libros que tenía el notario.
Luna le preguntó quién gobernaba allí y Sigfrid le dijo que actualmente los dirigía un regente de Toro del Norte. Me pregunté como podía ser eso si supuestamente había decidido morir antes de que nos marcháramos de su tierra. Y cuando comenzó a contarnos lo que había ocurrido no pude creerlo.
Hacía sesenta y cinco años habían encerrado a Máscara de los Inviernos lo que significó el fin del equilibrio. Los Celestiales y los Aasimars se volvieron en contra de los humanos. Los que decidieron no hacerlo se unieron a los dragones en Garrat para defenderlos. Hoy la mayoría de los dragones había muerto y los Celestiales habían levantado a la armada dorada que componía la mayoría de las casas guerreras de Bellizard. Hoy mi gente estaba dividida en dos frentes, ambos combatiendo entre sí. Pero eso no fue todo, la casa de Null, la casa de Sofía, se habían convertido en traidores. La Escuela de las Mil Campanas había sido incendiada y sus integrantes habían sido condenados a muerte por traidores. Mi casa ya no existía… mi padre los había matado a todos.
¿Cómo podía ser eso posible? ¿Estábamos sesenta años en el futuro? Pero si solo habíamos caminado por tres días, solo hacía un año que habíamos dejado nuestro hogar y la guerra todavía no comenzaba. No podía entenderlo. ¿Mi padre mató a toda mi familia? ¿Por qué?
Se creía que Máscara de los Inviernos estaba encerrado ¿o sea que nosotros lo habíamos vuelto a liberar? La Reina se mantuvo neutral. Bagira seguía viva en Candara.
¿Y dónde estaba Toro del Norte? Estaba dirigiendo las legiones con los dragones que aún combatían en el sur, a pesar de que de Minoi no había salido nadie, simplemente observaban mientras nos matábamos. Tomé la túnica de Null por la manga y comencé a decirle “Quiero volver, quiero volver, quiero volver…” no sé cuantas veces se lo repetí, pero él no parecía creer que eso pudiera ser posible.
Sigfrid nos mostró un libro donde había una ilustración. Era un dibujo de todos nosotros, la última visión que tuvo de nuestro particular grupo Toro del Norte. De hecho ese parecía ser su libro de viaje.
Krossel le pidió amablemente aposentos a Sigfrid, él le dijo:
-Será un placer, ustedes son una leyenda. Hay gente que los busca, Alesia y Bahamut. Se cree que ustedes tienen una parte de un objeto que podría definir la guerra.
-La rueda del destino- dijo Luna- pero no llegamos a reunir ninguna de las partes.
Entonces Kallandros sacó el medallón que le diera su padre. Era exactamente igual a un dibujo que estaba en el libro. Resultó que sí teníamos una de las partes. No podíamos ir al sur, eso era evidente, porque les estaríamos llevando a ellos la parte que les faltaba.
-¿Cómo podemos volver?- le pregunté a Sigfrid, quizás él supiera como.
-No lo sé. No creo que eso sea posible…
Krossel dijo que al día siguiente iría a ver a Bagira en Candara y se fue a sus aposentos, yo en mi interior decidí seguirlo, ¿qué otra cosa podía hacer?
Luna se fue mientras hablábamos con Sigfrid. Al poco tiempo Lareth señaló una oscura nube que comenzó a formarse sobre el castillo. Mientras él y Null iban a buscarla yo salí también, pero me dirigí hacia las afueras. Busqué la casa donde estaba abandonado el casco y me senté allí a llorar. Recordé a mi hermano, a mi hermana, a mi madre, a Lance, todos estaban muertos. Todos asesinados por mi padre ¿por qué? ¿Por qué había hecho algo así? Las lágrimas no paraban de correr por mis mejillas, pero llorar no iba a arreglar las cosas, tenía que encontrar la forma de volver y detener toda esa locura.
La señora salió de la casa y me preguntó por qué estaba llorando, le dije que no se preocupe por mí pero insistió y me invitó a entrar. Me sirvió un te y cuando la miré detenidamente noté su imagen distorsionada, veía unos colores extraños en sus ropas, parecían los mismos colores del bosque de las hadas.
-¿Quién sos?
-Yo soy una simple mujer.
-Eso no es verdad, sos la chica del bosque, la que habló con Null ¿Pasó esto porque estuvimos en el bosque?
-A mí me pasó también una vez…
-¿Hay forma de volver?
-No.
Yo salí de la casa y lo vi venir a Null, mis ojos todavía seguían llenos de lágrimas. Null me dio palmaditas en la espalda y me dirigió nuevamente hacia el castillo. Le dije que me había encontrado con su amiga del bosque, pero él solo veía a la anciana y no me creyó. Supuso seguramente que se debía a lo mal que me encontraba, pero yo lo sé, era ella y me había terminado de borrar las esperanzas que tenía de volver… atrás.
Luna había ido a destruir una de las habitaciones del castillo, o eso me dijo Null después, no sabía por qué pero había empezado a pasarle otra vez lo que le pasó en Morwell. Tuvieron que golpear a Lareth para que no interfiriera y por suerte Krossel pudo calmarla.
Cuando volvimos a la casa del Notario escuché a Luna que decía:
-Yo voy a ir a matar a Alesia.
-Y yo voy a ir a matar a mi padre.
Al día siguiente viajamos en el Estelaris, una especie de roca con un barco construido sobre ella. No sabía que podría ser esa cosa pero según Sigfrid era un vehículo de transporte interdimensional que nos llevaría rápidamente a Candara. El capitán Lamain sería el encargado de transportarnos. Con él iban sus dos ayudantes Cuman y Elisha Kudberth.
Null se despidió de Ini, era muy peligroso que algunos nos acompañaran. Le dejó su espada, creo que puso alguna especie de sortilegio en ella para poder escucharla mientras estuviéramos lejos. También se quedaron el anciano y la mujer que encontramos en Morwell y Dalia, la cadormen. Sigfrid nos dijo que ellos estarían bien en ese lugar, que no nos preocupáramos.
Salimos del día de Lessender para adentrarnos en menos de tres minutos en la noche de Candara.

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