miércoles, 17 de junio de 2009

Personajes: Null

En una tarde nublada, con un clima pesado y húmedo, un joven miraba hacia un pueblo, erguido y con las manos a la espalda, su cabello blanco platinado prolijamente peinado hacia atrás, su vestimenta, una túnica muy similar a una sotana negra que le llegaba hasta los pies con detalles en plateado solo alrededor del cuello. Se encontraba en un balcón en una pose que lo haría parecer una estatua si no fuera por el movimiento que causaba el viento en su pelo. Su mirada fija, observaba silenciosamente el pueblo que yacía al otro lado de los muros. Null, de apenas 17 años, y recién casado contemplaba su vida, mientras meditaba. Sus pensamientos y su vida circulaban por su mente como una mala obra de teatro, toda una vida buscando ser un buen chico habían rendido sus frutos, desde el primer día en la Escuela de las Mil Campanas, en donde estaban la mayoría de sus recuerdos mas preciados, hasta ese mismo día. La Escuela seria atesorada por siempre en su memoria, desde las literales Mil Campanas, hasta sus estudios bajo su tañir. Una escuela de misterio, para niños sumamente curiosos, donde los actos "malvados" y "prohibidos" eran moneda corriente. Allí aprendió la dualidad de la moral celestial, la moral de una raza que se cree superior a todas las demás. Mientras pensaba en esto, una pequeña sonrisa irónica cruzo por su rostro. El, un vástago de Sophia, aquellos que atesoran lo oculto y se manchan por el bien de los demás…

Los recuerdos de esa época aun brillaban en su mente como un sol, no hacia mucho tiempo se había graduado, cumpliendo así los deberes para con su familia y su Imperio, pero aun recordaba las tardes en los salones estudiando los secretos mas oscuros, y quizá mas espantosos, leyendo tomos mas grandes y pesados que el mismo.

Aprendiendo a escuchar a los demás y a traicionarlos por el bien del Imperio, pronto descubrió que solo se tenia a si mismo, y a nadie mas. ¿Podría ser de otra forma en un lugar donde se aprende que su raza es la mas poderosa, pura, y bendita, mientras por el otro te adoctrinan para mantenerla limpia de traidores y blasfemos, mientras se aprende a usar y estudiar todo lo "malo" e "impuro"?, en su espalda, ardientes cicatrices de látigo le recordaban siempre la primera vez que había confiado en alguien.


Tercer año en la Escuela de las Mil Campanas, Null curioso aun estaba en su proyecto de contarlas, y mientras pensaba en como descubrir la identidad de alguno de sus maestros, un pasatiempo común entre los alumnos, recorría uno de los muchos jardines de la escuela. Mientras caminaba distraído tropieza con una jovencita de primer año, bastante mas baja que el, ella tenia el pelo hasta la cintura tomado por la mitad por un adorno enjoyado en forma de dos “§” se entrelazaban de forma vertical. Unos ojos de un gris brilloso que parecían la alegría encarnada y una sonrisa que hacia desear los labios que la formaban. Sylmery su nombre, dos año menor a Null, acababa de entrar en la academia de las mil campanas, y ya estaba mostrando grandes avances.

Null-H.. hola- dice con cierta impresión.

-Mil perdones, no estaba prestando atención, ¿eres una de las recién llegadas?, este jardín solo es para iniciados, deberías volver…- dice con cierto nerviosismo, intentando quitar la vista de los labios de la joven.

-Puedo venir si alguien de una clase superior me invita, ¿no me invitas a quedarme?, me llamo Sylmery-

Tras el torpe comienzo que tuvieron, poco a poco se fueron conociendo, siempre manteniendo las apariencias ya que sus encuentros estaban totalmente prohibidos desde todo punto de vista, al principio solo era en el jardín para ayudar a la joven con sus clases, aunque ya de por si ella aprendía a gran velocidad y siempre estaba ansiosa por mas conocimientos, hasta que tras unos meses, avanzar mas seria revelar cosas del año superior, secretos que no se debían revelar, algo que el joven Fideliz se negaba rotundamente cada vez que la joven le suplicaba, pero poco a poco, como con la roca y el mar, y la voluntad de Null fue cediendo, mas y mas ante cada encuentro, caricia, beso prohibido, hasta que finalmente empezó a adiestrar a la joven en las artes de los años superiores.

Solo unos meses mas duro esta relación, lo suficiente para que la joven reuniera pruebas y apoyo, para finalmente traicionar a su compañero y ganarse un buen premio, o eso fue lo que pensó Null. Fue en el invierno de ese mismo año, la joven le tendió una emboscada en el mismo jardín, en el mismo lugar donde se encontraran por primera vez.

Cien latigazos, un recuerdo ardiente de una traición. Adelantarse un años y la gloria de ganar a un superior, un premio de un juego bien jugado. Solo tres cosas recuerda de ese momento, el ardor del beso de un látigo, la tristeza en su corazón, y las lágrimas de Sylmery, estas últimas un misterio que aun ve en sueños.


Ya habían pasado varios años desde ese momento, pero aun la recordaba. Continuando con su meditación, paso sus ojos del pueblo humano que rodeaba la capital, a los palacios que rodeaban su casa, sin lugar a dudas, algo contrastante, se preguntaba que sentirían esos humanos viviendo junto a tales construcciones. Pasillos largos y adornados con columnas y estatuas, juegos de sombra y luz creados por el sol, espejos de agua clara en las fuentes, sin duda un paraíso en tierra para la raza de los victoriosos. Un paraíso con una manzana, roja y apetitosa, para todos aquellos que hicieran de la traición su vida. Que ideal tan noble, pensaba para si, el de interponerse entre lo “salvaje y caótico”, y lo “celestial y divino”, un destino para unos pocos sin duda, pero ¿como jugar con fuego y no quemarse?, ¿Cuántos de los que alguna vez fueron sus compañeros podrían mantenerse "puros"?, ¿Realmente importaba eso a los que les enseñaban y dirigían, o acaso ellos eran simples ratitas de laboratorio para usar y desechar tras alcanzado algún merito importante?. Los pensamientos se arremolinaban en su cabeza, quizás la respuesta fuera buscar algo en lo que realmente creer.

Aun meditabundo, sintió como una mano firme se posaba en su hombro, al principio pensó que se trataba de la mano de alguno de los guardias del sequito de su esposa, pero al girarse vio que era su esposa. Salia una general fuerte y orgullosa digna descendiente de su casa, aun en su boda, había asistido en armadura completa para el espanto de su prometido, y su nuevo cuñado tampoco le daba tanta alegría, pero por lo menos le quedaba el consuelo de que debajo de todo ese acero, cuero endurecido y músculo, Salia seguía siendo una mujer, y seguía siendo linda, le podría haber ido peor. Después de todo, una guerrera piensa en términos militares, haz esto, haz lo otro, párate, siéntate, arréglate, sin duda ser ordenado de esa forma le causaba gracia, y el que el acomodara la ropa siempre le pareció algo interesante, quizás hasta y maternal y cariñoso. El matrimonio era como volver a la escuela e intentar por todos los medios escaparse de la profesora y sus órdenes, un largo juego del gato y el ratón.

Una tarde, en uno de los patios de la casa, mientras Null tomaba sol recostado al borde de una fuente, algo bastante extraño en el, ya que era usual para el olvidarse que el sol siquiera existía tras largas jornadas de lectura en la biblioteca de la casa, uno de los pocos lugares que conocía mejor que su esposa y donde podía recluirse. Con la calida caricia del sol, poco a poco se fue quedando dormido




Era una tarde apacible en las Mil Campanas, un día sin nubes, y de un calor aplastantante, donde hasta el agua tendría sed. EL sol despuntaba sobre los techos de la Escuela y el crujir de la gran puerta de madera verde engarzada en metales brillantes y oscuros se abría estrepitosamente, a ambos lados, dos formaciones perfectas de jóvenes armados. Ingresando a la Escuela de las Mil Campanas se encontraba una formación perfecta de jóvenes marchando al unísono, en rígido porte militar. Jóvenes cubiertos de pies a cabeza en el más estricto y estilizado uniforme de la Academia para Guerreros de los Celestiales (mil espadas?), del otro lado, esperando pacientemente dos formaciones de jóvenes vestidos en los negros uniformes de las Mil Campanas, con espadas en sus cintos, y estandartes negros con detalles en plateado esperaban bien formados detrás de cada Alae de las respectivas clases, aunque sin tanta precisión como su contra partida. Detrás de ellos, los maestros con sus mascaras, sentados en grandes sillones a la sombra, y con sirvientas que les abanicaban y servían distintas bebidas, observaban calladamente. Así como los maestros de las Mil Campanas esperaban, tras los jóvenes guerreros, un pequeño sequito de dragones y celestiales, claramente instructores, seguían a los jóvenes.

Era una tradición para ambas academias, lo llamaban Castigo de Humildad y solo participaban los dos años inferiores, y se realizaba cada dos años. Ambas academias se enfrentaban en los jardines de las Mil Campanas en una batalla casi campal en la que ambas Academias buscaban la gloria sobre la otra en una eterna rivalidad. Los gloriosos guerreros siempre marchaban con la frente en alto pues en todas las vitrinas de su Academia reposaban tranquilamente los trofeos de todos y cada uno de estos encuentros desde tiempos inmemorables.

Null se encontraba en primer año, y se sorprendió bastante cuando en su primera semana uno de los maestros le asigno una espada, una espada bellamente decorada, una empuñadura azul con cuero, y una piedra semi preciosa a ambos lados con una A grabada dentro, en la vaina, un diseño de campanas plateadas sobre cuero negro. Tras entregársela el maestro anuncio a la clase que el seria el Alae, al principio todo iba bastante bien, siempre había alguien tras el puesto y listo a clavar una daga por la espalda para quitárselo, pero eran los gajes del puesto, por otro lado, también tenia derecho a ser el primero en servirse la comida en la mesa de su grupo, ordenar los asientos de la clase y los ordenes de la limpieza, que no era necesario fuera equitativo o justo, además de aplicar castigos por violaciones menores al reglamento. Todo iba la mar de bien hasta que llegando el comienzo de la primavera, el mismo maestro que le confío el puesto, en privado le informo sobre la tradicional competencia y de los castigos aplicables a los perdedores, dejando en claro que no podían siquiera soñar con un empate, debía ser una victoria total.

Promediando la primavera y ya habiendo aplacado un poco la rebelión en su contra, habiéndose asegurado algún que otro amigo y respeto, Null comenzó a planear la estrategia para el verano, aun tenia tiempo y sabia que seria en su Escuela, lo que el pensaba seria una gran ventaja contra la experiencia militar de su enemigo. Pero dejar todo en manos del conocimiento del terreno no le gustaba, ni le daba ninguna seguridad, de hecho no lo dejaba dormir por las noches, así que empezó a escabullirse de la escuela durante la hora del almuerzo para espiar a la academia rival, aunque esto estuviera penado con la expulsión. Por suerte para el, no era tan complicado, con solo unas semanas de preparación ya había encontrado un lugar donde el guardia dormía la siesta tras comer algo, y pudiendo escabullirse por allí siempre a espiar.

Comenzando el verano y con la información en mano de la academia rival, a la que ya no necesitaba ir, sino que enviaba a otros para que le informen a cambio de algunos favoritismos a la hora de los deberes de limpieza, cena y cosas por el estilo, empezó planear una estrategia, como temía la ventaja del terreno no seria para nada suficiente, así que comenzó a hablar con los demás Alaes de otras clases iguales y superiores. Impresionado y no tanto, de que los demás cursos habían seguido su mismo plan de acción con mas, en caso de los cursos superiores, o menos éxito, pero para todos era claro que tenían las de perder, y que la unión en este caso seria lo mejor, aunque no estuvieran en los mejores términos. Promediando el verano, los cursos inferiores habían hecho de los patios delanteros y posteriores campos minados, llenos de todo tipo de trampas, aunque les extraño que los cursos superiores no dijeran nada, ni que los jardineros se quejaran, continuaron armando una estrategia de guerrillas con todo lo que tenían a mano.

La noche anterior a la competencia los barracones de los cursos inferiores ardían en actividad, un verdadero avispero que emanaba luces de todos los colores, la mañana de la competencia aun se veía a los mas audaces colocando las ultimas trampas, mientras los mas avezados en la magia lanzaban los últimos hechizos.

Ya los dos contingentes se encontraban uno frente al otro, los saludos protocolares de la ocasión fueron hechos por los maestros de las Mil Campanas, y se dieron unos minutos a cada grupo para formarse para la batalla. Mientras los guerreros formaban grupos de batalla compactos y bien formados, los aprendices de las Mil Campanas se dividían en pequeños grupos de 2 o 3, y se dispersaban por el área asignada para su despliegue.

Ni bien comenzaron las hostilidades, el caos comenzó, trampas por todos lados, sirvientes invisibles molestando, hechizos, un espectáculo de luces y efectos, gritos y órdenes. La batalla comenzó y rápidamente el orden militar de los guerreros se fue al gárrete, pronto las formaciones estaban rotas y con grandes bajas, no les quedo mas remedio que dividirse e intentar hacer lo mejor por separado, las formaciones se habían probado totalmente y desastrosamente débiles contra las emboscadas y trampas, que por supuesto estaban diseñadas especialmente para ellas. Pronto, todo se convirtió en refriegas de pequeños grupos contra pequeños grupos, un descontrol total.

Fue en esta refriega cuando Null conoció por primera vez a Salia, aunque en ese momento no lo sabia, ella estaba en el grupo que lo perseguía a el, que se había vuelto uno de los objetivos principales puesto que con los demás Alaes de clase estaban comandando a los pequeños grupos, el y cuatro ayudantes emprendieron una rápida retirada hacia los jardines traseros donde, según su plan, transcurriría la ultima parte de la batalla, y de ser necesario una ultima defensa desesperada.

Mientras corrían por uno de los pasillos, dos de los ayudantes fueron derribados por los hombres de Salia, pero gracias a su sacrifico, o a que el los empujo, Null pudo huir hacia un pequeño estanque con cascada, seguido bien de cerca por ella, con su espada en mano, gritándole:

-Ríndete maldito, no tienes a donde huir, te atrapare y te golpeare hasta que me… -

En ese momento, una luz violeta surgió de la roca en la que estaba parada y comenzó a deslizarse hacia un lado, haciéndola casi caer contra el suelo, logrando por muy poco no caer, escucho como una espada era desenvainada, al ver al costado, el antes apresurado en huir había tomado la iniciativa y la acorralaba contra el laguito. Ella confiada en que ya con eso era la triunfadora quiso ponerse en guardia, pero para cuando se dio cuenta una mano invisible le empujo el pecho, y algo a su espalda la hizo tropezar y caer al lago, que no era tan profundo, pero que se estaba congelando rápidamente gracias a tres estudiantes de nivele superior al otro lado del lago que estaban congelando el agua donde ella había caído.

Ese fue el final de la batalla para ambos, Null y su mujer, pues el se quedo custodiando a la prisionera y dando ordenes desde allí, mientras se reñían verbalmente. Como símbolo de victoria y para avergonzarla, Null le quito un pequeño anillo con el símbolo de la casa Bremen que aun lleva en el puño derecho.

El final de la batalla llego con la victoria para la Escuela de las Mil Campanas, como había sido desde el comienzo de la tradición, al anochecer se entrego a los perdedores un trofeo para que sumen a los de otras derrotas de años pasados, la tradición continuaría, los dos años que lucharon esta batalla guardarían silencio sobre ella hasta el final de la siguiente, pero esa noche festejarían como no lo habían hecho nunca.


Con el frío de la tarde Null se despertó y se dirigió a la sala, a bromear unos momentos con su mujer recordándole esa tarde.

Era una mañana lluviosa, y Null se encontraba en una de las salas de su nueva casa, sentado frente a una ventana con un libro cerrado en el regazo, del que sobresalía una pequeña tela que hacia de marcador. Contemplaba el golpetear de la lluvia contra la superficie del agua con una serenidad absoluta.


Los braseros dorados, con largas bases que llegaban hasta la cintura, dispuestos alrededor de una gran sala, dispendian su calor y su luz de tal forma que esta ultima se entrelazaban de una forma caótica. Los jóvenes de la Escuela de las Mil Campanas de los dos años superiores se reunían alrededor de dos braseros, uno para cada año, especialmente decorado y trabajado. Esta era la fiesta previa a la graduación, cuando todos los alumnos de la Escuela se encontraban a fin de año para despedir del internado a los que se recibían y comenzaban su vida fuera de los viejos muros.

Null, con 15 años se estaba preparando para la ocasión, era un evento de gala, iría con una larga túnica negra, solemne y amplia. En el puño del brazo derecho, la única decoración de su vestimenta, un anillo que colgaba de una pequeña pulsera de cuero. A su cinto, su espada, aquella que su maestro le diera por su puesto en la clase, y por ultimo, una mascara, obligatoria para toda la noche, la mascara que usaría era un modelo simple, un antifaz plateado con detalles en negro y una única pluma negra grande en el centro.

A la puerta, la joven Salia lo esperaba en galas militares y con una mascara tan femenina que no pareciera que la hubiera elegido ella, seria su pareja para esta noche pues al día siguiente sus padres anunciarían el compromiso entre ambos jóvenes, y consideraron que era una buena oportunidad para que se conocieran, ya que era una celebración tradicional a la que asistían las parejas de cada estudiante, hombre o mujer. Una decisión que no los hizo muy feliz pero tampoco les incomodo. Al salir, por primera vez Salia le arreglo la ropa al joven Null, que puso cierta cara de incomodidad pero ni siquiera levanto un dedo para detenerla, después de todo si hubiera querido matarlo lo hubiera hecho con la espada cuando la recibió a la mañana, o cuando empezó a bromear con el asunto del anillo, en cualquiera de las repetidas ocasiones en que lo hizo.

La ceremonia comenzó con naturalidad, los jóvenes de ambos sexos se encontraron alrededor de sus respectivos braseros, salvo por Salia, a la que Null le pidiera esperara apartada, pues sabia que esa noche seria peligrosa para el y quien lo acompañara, después de todo era el examen final para los egresados. La música empezó y las túnicas empezaron a agitarse de un lado al otro, la música, para nada delicada, era estruendosa y fuerte, con tambores y platillos, una rápida sucesión de sombras y el brasero se apago.

Ya la luna estaba en alto, algunos rostros pálidos, y cuerpos fríos, los últimos intentos de subir en el escalafón habían pasado, y algunos cuerpos estaban regados por los suelos, pronto se los llevarían, ya estaban sirviendo la comida y la música cambio para ser una mas delicada y apropiada para el evento. Mientras las mesas eran dispuestas y los sirvientes ingresaban en el gran patio, un heraldo anunciaba las parejas que hacían su entrada formal.

-Anunciando, Null Fideliz y su prometida Salia Bremen!- Un corto silencio, mientras todos miraban a los anunciados, Null debía reconocer la astucia de su padre para conseguir un compromiso así, después de todo la casa Fideliz estaba en franca decadencia y la Bremen ascendía rápidamente, nadie hubiera esperado un matrimonio así, y los rápidos murmullos de los participantes del Baile de las Eternas Mascaras lo confirmaban. Mientras avanzaban las personas a su alrededor reanudaron sus conversaciones, y lo único que le molestaba a Null era el manchon de sangre en su pierna derecha, ¿Quién hubiera dicho que un niño tan pequeño sangraría tanto?

La noche pasaba de maravilla mientras comían y bailaban al son de una música agradable, la conversación algo presuntuosa y llena de un orgullo desmesurado aburrían terriblemente a Null quien mantenía una sonrisa acogedora y agradable, mientras el hermano y el padre de la joven Salia lo zarandeaban de un lado al otro, cual muñeca de trapo.

En uno de esos momentos fue cuando vio a una joven que le atrapo la mirada, una niña casi, el calculaba que seria una de las nuevas ingresantes a la Escuela, tras un poco de lucha silenciosa por fin pudo lograr escaparse de sus nuevos parientes, mientras Salia contaba lo que habían hecho por la tarde.

Al acercarse a la joven, esta lo recibió prácticamente con los brazos abiertos. Pasaron varias horas juntos entre una cosa y otra, al parecer la niña ya estaba en la Escuela pues entendía los chistes sobre los profesores y cosas de la vida diaria dentro de ella.

Entre una cosa y otra, un joven se les aproximo, Null estimo que seria otro estudiante pues conocía a la joven, pensó que serian del mismo año, y paso a obviarlo por completo de toda conversación, viendo que la muchacha le dejaba y que también hacia lo mismo, decidió sacarla a bailar y así alejar al molesto plantado. Una decisión que se probaría desafortunada. Luego de unos bailes, ambos jóvenes se acercaron para tomar algo a la mesa en la que la había encontrado, al momento de volver a tomar la copa que había dejado para bailar, y en el instante que el vino toco sus labios, comprendió el error que había cometido. Mientras todo se iba poniendo negro, lo único que atino a realizar fue tomarse del hombro de la muchacha y desenvainar la espada buscando al joven, que no encontraba por ninguna parte, mientras la joven intentaba ayudarlo, usando todo truco que conociera, Null iba perdiendo el conocimiento, lo ultimo que vio fue al joven acercarse daga en mano a terminar el trabajo por detrás de la joven, lo único que Null atino a hacer fue cubrir con su cuerpo el de ella antes de caer desvanecido.

Al despertar, se encontró solo, en uno de los patios, recostado sobre el borde de una fuente con un broche en la mano con dos “§” cruzadas verticalmente, en el pecho su espada, y a los pies una daga ensangrentada envuelta en el antifaz de tela de la joven.



Al despertar Null de su ensimismamiento, la lluvia había terminado, y una calmada tarde de verano comenzaba.

(escribió Gonza)

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